“Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones.” (Jer 1, 5)
¿Quién como Dios? ¡Nadie como Dios!
Sigámonos adentrándonos en el amor de Dios, quien nos amó primero, desde la eternidad y con predilección.
¿Y después de Dios? ¡Nadie como María!