¿Qué es y para qué conocernos?
El conocimiento de sí mismo consiste en adquirir plena conciencia de sí mismo para desterrar nuestros vicios y fomentar nuestras buenas cualidades a fin de alcanzar la santidad.
El conocimiento de nosotros mismos nos lleva a:
Amar más a Dios al darnos cuenta de la inmensa necesidad que tenemos de Él.
Ganar en humildad al darnos cuenta de nuestra debilidad.
Ganar en confianza y en amor a Dios que, a pesar de nuestra pequeñez, no nos abandona.
Ser más agradecidos con Dios por todo lo que nos da a pesar de no merecerlo.
Destruir nuestros vicios, cultivar en nuestra alma la virtud y fomentar nuestras buenas cualidades.
“Quien no se conozca es imposible que pueda llegar a la santidad”[1] pues correrá el peligro de hacerse ilusiones sobre sí mismo y podrá caer en presunción creyéndose ya perfecto o en desaliento y desesperación exagerando sus faltas y pecados; en ambos casos el resultado será la tibieza. ¿Cómo podremos corregir las faltas que no conocemos o no conocemos bien, o practicar las virtudes y fomentar las cualidades de las cuales solo tenemos un concepto vago y confuso?
El conocimiento de sí mismo trae los siguientes frutos:
Incremento del amor a Dios: ¡Cuánto me has dado y perdonado, Señor!
Vaciarse de sí mismo: ¡No soy nada, Tú lo eres todo, Señor!
Compasión al prójimo: ¡Conociendo mi fragilidad, entiendo la fragilidad del otro!
Agradecido: ¡Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha puesto sus ojos en la pequeñez de su esclava!
Medios para conocernos a nosotros mismos
Oración: Dejándonos iluminar por la luz de Dios. Los Santos se conocían porque siempre estaban cerca de Dios. Y cuanto más santos, más desconfiaban de sí mismos y más confiaban en Dios.
Reflexión: Interiorizando, meditando. Haciendo, además, de manera regular el examen de conciencia.
Dirección Espiritual: buscando personas santas y sabias que nos ayuden en este camino a la santidad.
Lectura Espiritual: leyendo los clásicos de la vida espiritual, como la Imitación de Cristo, el Combate espiritual, la Historia de un Alma, la Introducción a la Vida Devota, el Tratado del Amor de Dios, etc. Estos colosales libros traen consigo gracias especiales para el conocimiento propio.
Vida de Santos: conociendo y procurando imitar al santo con el que más nos identifiquemos o el que más impresión cause a nuestra alma, para caminar, junto con él en el conocimiento propio.
Obstáculos para alcanzar este conocimiento
La Tibieza Espiritual: Porque esta es un relajamiento en el espíritu de 3 formas: Pérdida de la fuerza de voluntad, horror al esfuerzo, retardo en el movimiento del vivir cristiano; para conocernos es necesario esforzarnos, negarnos, es por esto que cuando caemos en tibieza espiritual se nos hace imposible adentrarnos y reconocer lo que somos.
El Pecado: Pecar es alejarnos de Dios; por lo tanto, es imposible tener un buen conocimiento de sí mismo sino estamos cerca de Dios. Dios es el primero que nos conoce y es Él quien nos guía; alejados de él, llegaríamos a los extremos de los que ya hemos hablado: desesperación al contemplar nuestra miseria o presunción al creernos ya perfectos.
La Indiferencia: Por parecerles algo de poca importancia, algunos no se aplican en el propio conocimiento y se hacen ilusión de estar avanzando en la vida espiritual cuando sólo están dando vueltas en un mismo punto.
Para un adecuado conocimiento propio es indispensable «escoger entre las devociones a la Santísima Virgen la que nos lleve más perfectamente a dicha muerte al egoísmo, por ser la mejor y más santificadora. Porque no hay que creer que es oro todo lo brillante, ni miel todo lo dulce, ni que el camino más fácil y lo que practica la mayoría es lo más eficaz para la salvación. Así como hay secretos naturales para hacer en poco tiempo, pocos gastos y gran facilidad ciertas operaciones naturales, también hay secretos en el orden de la gracia para realizar en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales, liberarte del egoísmo, llenarte de Dios y hacerte perfecto.
La práctica que quiero descubrirte es uno de esos secretos de la gracia, ignorado por un gran número de cristianos, conocido de pocos devotos, practicado y saboreado por un número aún menor.»[2]
[1] TANQUEREY, Adolphe. Compendio de Teología Ascética y Mística. 1ra. Ed. Quito: Jesús de la Misericordia. P. 302.
[2] Tratado de la Verdadera Devoción, nn. 79-82.