Toda acción de Dios es «obra común de las tres personas divinas» (Catecismo, 258). Lo mismo acontece con el misterio de la Encarnación, es decir, con el hecho de que el Verbo eterno, se haga hombre. San Luis de Montfort describe la Encarnación imaginándose una reunión de la Santísima Trinidad: el Padre, el Verbo (la Sabiduría Eterna) y el Espíritu Santo, después del pecado de nuestros primeros padres: