Empezaremos diciendo con San Luis María Grignon de Montfort que esta devoción es camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Dios, en la cual consiste la perfección cristiana.[1]
María es camino fácil
Es el camino abierto por Jesucristo al venir a nosotros y en el que no hay obstáculo para llegar a Él. Ciertamente se puede llegar a Jesucristo por otros caminos; pero en ellos se encuentran cruces más numerosas, muertes extrañas y dificultades apenas superables; sería necesario pasar noches oscuras, terribles agonías, escarpadas montañas, punzantes espinas y espantosos desiertos. Pero, por el camino de María se avanza más suave y tranquilamente.
Claro que también encontramos rudos combates y grandes dificultades por superar. Pero esta bondadosa Madre y Señora se hace tan cercana y presente a sus fieles servidores, para iluminarlos en sus tinieblas, esclarecerlos en sus dudas, fortalecerlos en sus temores, sostenerlos en sus combates y dificultades, que en verdad este camino virginal para encontrar a Jesucristo, resulta de rosas y mieles comparados con los demás.
Ha habido santos, pero en corto número -como San Efrén, San Juan Damasceno, San Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, San Francisco de Sales, etc- que han transitado por este camino suave para ir a Jesucristo, porque el Espíritu Santo, Esposo fiel de María, se lo ha enseñado por gracia especialísima. Pero los demás santos, que son la mayoría, aunque hayan tenido todos devoción a la Santísima Virgen, no han entrado o sólo muy poco en este camino. Es por ello que tuvieron que pasar por pruebas más rudas y peligrosas.
¿De dónde procederá -me preguntará algún fiel servidor de María-, que los fieles servidores de esta bondadosa Madre encuentran tantas ocasiones de padecer y aún más que aquellos que no le son tan devotos? Los contradicen, persiguen, calumnian y nadie los puede tolerar... o caminan entre tinieblas interiores o por desiertos donde no se da la menor gota de rocío del Cielo. Si esta devoción a la Santísima Virgen facilita el camino para llegar a Jesucristo, ¿por qué sus devotos son los más crucificados?
Le respondo que, ciertamente, siendo los más fieles servidores de la Santísima Virgen, sus preferidos, reciben de Ella los mayores favores y gracias del cielo que son las cruces. Pero sostengo que los servidores de María llevan estas cruces con mayor facilidad, mérito y gloria; que lo que mil veces detendría a otros o los haría caer, a ellos no los detiene nunca, sino que los hace avanzar. Porque esta bondadosa Madre, plenamente llena de gracia y unción del Espíritu Santo, endulza todas las cruces que les prepara, con el azúcar de su dulzura maternal y con la unción del amor puro, de modo que ellos las consumen alegremente como nueces confitadas, aunque en sí sean muy amargas.
Y creo que una persona que quiere ser devota y vivir piadosamente en Jesucristo y, por consiguiente, padecer persecución y cargar todos los días con su cruz, no llevará jamás grandes cruces o no las llevará con alegría hasta el fin, si no profesa tierna devoción a la Virgen María, que es la dulzura de las cruces.
María es camino corto
Esta devoción a la Santísima Virgen es camino corto para encontrar a Jesucristo. Sea porque en él nadie se extravía, sea porque -como acabo de decir- se avanza por él con mayor gusto y facilidad y, por consiguiente con mayor rapidez.
Se adelanta más en poco tiempo de sumisión y obediencia a María que en años enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en nosotros mismos. Porque el hombre obediente y sumiso a María cantará victorias señaladas sobre todos sus enemigos. Estos, ciertamente, querrán impedirle que avance, hacerle retroceder o caer, pero -con el apoyo, auxilio y dirección de María- sin caer, retroceder, ni detenerse avanzará a pasos agigantados hacia Jesucristo, por el mismo camino por el cual está escrito que Jesús vino a nosotros a pasos de gigante y en corto tiempo.
¿Cuál crees sea el motivo de que Jesucristo haya vivido tan poco tiempo sobre la tierra y que haya pasado casi todos esos años en sumisión y obediencia a su Madre? Es este: Que no obstante la brevedad de su carrera mortal, vivió largos años, inclusive muchos más que Adán -cuyas pérdidas vino a reparar-, aunque éste haya vivido más de novecientos años. Largo tiempo vivió Jesucristo porque vivió en sumisión y unión a su Madre Santísima, por obediencia al Padre, pues:
El que honra a su madre -dice el Espíritu Santo- es como el que atesora. Es decir, el que honra a María, hasta someterse a Ella y obedecerle en todo, pronto se hará muy rico, pues cada día acumula riquezas por el secreto de esta piedra filosofal.
Según la interpretación espiritual de las siguientes palabras del Espíritu Santo: “Mi vejez se encuentra en la misericordia del seno”, en el seno de María -la que rodeó y engendró a un varón perfecto y pudo contener a Aquel a quien no puede abrazar ni contener todo el universo- los jóvenes se convierten en ancianos por la experiencia, luz, santidad y sabiduría y llegan en pocos años a la plenitud de la edad en Jesucristo.
María es camino perfecto
Esta devoción a la Santísima Virgen es camino perfecto para ir a Jesucristo y unirse con Él; porque María es la más perfecta y santa de las puras criaturas y Jesucristo, que ha venido a nosotros de la manera más perfecta, no tomó otro camino para viaje tan importante y admirable que María.
El Altísimo, el Incomprensible, el Inaccesible, EL QUE ES ha querido venir a nosotros, gusanillos de la tierra y que no somos nada ¿Cómo sucedió esto?
Ábranme un camino para ir a Jesucristo, embaldosado con todos los méritos de los bienaventurados, adornado con todas sus virtudes heroicas, iluminado y embellecido con todos los esplendores y bellezas de los ángeles y en el que se presenten todos los ángeles y santos para guiar, defender y sostener a quienes quieran andar por él... afirmo con osadía y con toda verdad que antes que tomar camino tan perfecto, prefiero seguir el camino inmaculado de María..., senda o camino sin mancha ni fealdad, sin pecado original ni actual, sin sombras ni tinieblas. Y si mi amable Jesús viene otra vez al mundo para reinar en él -como ciertamente sucederá-, no escogerá para este viaje otro camino que el de María, por quien vino la primera vez con tanta seguridad y perfección.
La diferencia entre una y otra venida está en que la primera fue secreta y escondida, mientras que la segunda será gloriosa y fulgurante. Pero ambas son perfectas, porque ambas se realizan por María. ¡Ay! ¡Este es un misterio que aún no se comprende! “¡Enmudezca aquí toda lengua!”.
María es camino seguro
Esta devoción a la Santísima Virgen es camino seguro para ir a Jesucristo y alcanzar la perfección, uniéndonos a Él:
Porque esta práctica que estoy enseñando no es nueva. Es tan antigua que no se puede señalar con precisión sus comienzos -como dice un libro que escribió sobre esta devoción el Sr. Boudon, muerto en olor de santidad-. Es cierto, sin embargo, que se hallan vestigios de ella en la Iglesia hace más de 700 años.
San Odilón, abad de Cluny -vivió hacia el año 1040- fue uno de los primeros en practicarla en Francia, como se consigna en su biografía.
El cardenal San Pedro Damiano relata que en el año 1076 su hermano, el Beato Martín, se hizo esclavo de la Santísima Virgen, en presencia de su director espiritual.
Los RR.PP. Jesuitas, siempre celosos en el servicio de la Santísima Virgen, presentaron en nombre de los Congregantes de Colonia una corta obra sobre la santa esclavitud al duque Fernando de Baviera -arzobispo entonces de Colonia-. Este lo aprobó y permitió imprimirlo y exhortó a todos los párrocos y religiosos de su diócesis a difundir, en la medida de lo posible, esta sólida devoción.
Consta que esta devoción no es nueva. Y si no es practicada por todo el mundo, se debe a que es demasiado preciosa para ser saboreada y vivida por toda clase de personas.
Porque esta devoción es un medio seguro para ir a Jesucristo. Efectivamente, lo propio de la Santísima Virgen es conducirnos con toda seguridad a Jesucristo, así como lo propio de Jesucristo es llevarnos al Padre con seguridad. Que no se engañen las personas espirituales creyendo falsamente que María les impida llegar a la unión con Dios. Porque, ¿será posible que la que halló gracia delante de Dios para todo el mundo en general y para cada uno en particular, estorbe a las almas alcanzar la inestimable gracia de la unión con Jesucristo? ¿Será posible que la que fue total y sobreabundantemente llena de gracia y tan unida y transformada en Dios que lo obligó a encarnarse en Ella, impida al alma vivir unida a Dios? Ciertamente que la vista de las otras criaturas, aunque santas, podrá en ocasiones retardar la unión divina, pero no María. ¡No me cansaré de repetirlo!
Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales de que somos guiados por el buen espíritu, es el de ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella. Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es señal cierta de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta por el pecado.
Siendo así, que -según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo que la dirige- María sola, ha dado muerte a todas las herejías, y por más que los críticos murmuren, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al menos formales.
Que los cristianos, entren pues, por este camino fácil a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu Santo que llena: nadie se cansa ni retrocede, si camina por él. Es camino corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo, ni polvo, ni fealdad de pecado. Es, finalmente, camino seguro, que de manera directa y segura, sin desviarnos a la derecha ni a la izquierda, nos conduce a Jesucristo a la vida eterna.
PRÁCTICA
Hacer un altar a la Virgen en mi habitación, con una imagen bonita de la advocación que más me guste, mantel, flores, velas, etc.
[1] Lección tomada del Tratado de la Verdadera Devoción, nn. 152-168.