El hombre es un ser religioso por naturaleza: «De múltiples maneras, en su historia, y hasta el día de hoy, los hombres han expresado su búsqueda de Dios por medio de sus creencias y sus comportamientos religiosos (oraciones, sacrificios, cultos, meditaciones, etc.).
A pesar de las ambigüedades que pueden entrañar, estas formas de expresión son tan universales que se puede llamar al hombre un ser religioso» (Catecismo, 28); en él hay un profundo deseo de trascendencia, de inmortalidad, y una profunda atracción hacia el mundo de lo espiritual. Este deseo ha sido puesto por Dios en el hombre para que le busque, le ame y le sirva, y de esa manera encuentre su plenitud.
El Demonio, en su afán de tentar y hacer perder al hombre, en su afán por separarlo de Dios y llevarlo a la perdición, se aprovecha de este mismo deseo que está inscrito en su naturaleza. Su estrategia no es simplemente hacerle creer que Dios no existe, ni hacerlo un ser antirreligioso, pues sabe que la fe es un aspecto esencial en el hombre; su estrategia más que hacer que el hombre deje de creer es desviar su fe del verdadero Dios para ponerla en miles de objetos, personas, prácticas, y sobre todo en sí mismo.
Es decir, el demonio pone frente al hombre un mundo de espiritualidad, una explosión de creencias, ritos, prácticas, supersticiones, filosofías, lo hace un ser profundamente religioso, pero desviando su fe de Jesucristo, del verdadero Dios. Esta es la gran mentira del Demonio: La Nueva Era.
Definición
La Nueva Era es un “supermercado espiritual” que se apoya en múltiples filosofías y religiosidades, en su mayoría orientales. Reúne un sin número de creencias, ritos, cultos, prácticas, supersticiones, relativismo, etc. Algunas de sus características:
No hay un fundador reconocido, no tiene cabeza.
No tiene un libro sagrado que contenga su doctrina, pues no tiene una doctrina definida; todo entra dentro de la Nueva Era, toda creencia es válida.
No tiene una estructura jerárquica organizada: pregona una falsa tolerancia.
No tienen dogmas o mandamientos fijos: relativismo moral.
No tiene un sistema religioso o filosófico propio: reúne incluso filosofías contradictorias.
Es un mercado religioso que permea la sociedad, la cultura, la política, lo espiritual, lo individual, y al hombre mismo.
Historia
La Nueva Era tiene sus raíces en el gnosticismo; éste viene del término griego gnosis: conocimiento. Conocimiento oculto, solo para algunos, para elegidos e iluminados.
En el siglo XIII aparecerán los cátaros, que significan “los puros” -estos fueron combatidos por Santo Domingo de Guzmán- , quienes continuarán con la herejía del gnosticismo.
A finales del siglo XX explota la corriente que nosotros vamos a llamar Nueva Era; nace en un contexto deprimente: acaban de pasar dos guerras mundiales, la guerra de Vietnam…el mundo tiene sed de cambio y renovación y por ello se habla de un nuevo orden mundial: “la religión nos divide, son fronteras… una sola religión, un sólo orden mundial, un solo Dios, sin jerarquías”. La humanidad quiere pasar de una era donde todo es fijo, donde hay dogmas, verdad, reglas, autoridad, diferencias a una nueva era donde todo fluye, donde se exalta la libertad, donde hay pluralismo, diversidad, “tolerancia”, etc. He ahí el contexto perfecto, el caldo de cultivo, para este engaño de Satanás:
“El trasfondo filosófico de todo este movimiento se halla en el fenómeno de la postmodernidad que niega el principio de la razón, por eso abunda la explosión de irracionalismos... ahora cuenta la intuición, el deseo, la pasión, la fantasía”[1].
La Nueva Era se sustenta en la constelación zodiacal, los signos, de ahí que sus promotores hablen de cuatro grandes eras; eras que, según ellos, se rigen por las estrellas y la posición de los astros:
Era de Tauro (4230 a.C): época en que los Israelitas adoraban becerros, por ello recibe este nombre.
Era de Aries (2160 a.C): el pueblo de Israel empieza a ofrecer corderos en sacrificio.
Era de Piscis (Año 0): dominada por el cristianismo.
Era de Acuario o Nueva Era (2026 d.C): esta era se encuentra representada por el signo zodiacal de Acuario, cuyo símbolo es un hombre con un cántaro de agua, la cual se esta derramando, de manera que forma una corriente. Esto quiere decir, que la Era de Acuario o Nueva Era, es un tiempo donde todo fluye, todo cambia, donde no hay más cosas fijas, y donde desaparecerá el cristianismo. Este es su objetivo.
“El dragón vomitó de su boca como un río de agua, detrás de la mujer, para arrastrarla con su corriente” (Ap 12,15). La Nueva Era es esa corriente de agua que quiere arrasar con la Iglesia Católica, y así, con la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Mentiras de la Nueva Era
La Nueva Era consiste en la misma tentación que puso Satanás a nuestros primeros padres, Adán y Eva. A ellos les engañó con cuatro grandes mentiras para hacerles comer del fruto; mentiras que repite al hombre de hoy: “y le dijo la serpiente a la mujer: no moriréis, es que sabe Dios que el día que comáis del fruto del árbol se os abrirán los ojos y seréis como dioses, también conoceréis el bien y el mal” (Gén 3,4-6).
Primera mentira: “no moriréis”: la Nueva Era entre sus muchas creencias, incluye la fe en la reencarnación, enseñanza totalmente opuesta a la resurrección y a la fe cristiana, pues enseña que cuando el hombre muere su alma pasa a otro cuerpo, ya sea humano o animal, y así muere varias veces hasta llegar al Nirvana o estado de fusión con dios. La fe cristiana enseña que “el hombre muere una sola vez y después viene para él el juicio” (Heb 9,27).
La Nueva Era pregona la salud y vida dorada, es decir, todo en términos de bienestar. Para ellos la medicina tradicional se queda en lo físico y no trasciende al espíritu, no es integral. Aparece pues la medicina holística, alternativa (acupuntura, radiestesia, homeopatía), la creencia de que la mente puede sanar el cuerpo. La enfermedad y el sufrimiento se ve como algo que va en contra de la naturaleza.
Segunda mentira: “se os abrirán los ojos”: la Nueva Era recurre grandemente al esoterismo, el espiritismo, la adivinación; hay una fascinación en el hombre por conocer lo oculto, lo pasado, lo futuro, con el fin de manipularlo y cambiarlo. “Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf. Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios” (Catecismo, 2116).
Tercera mentira: “seréis como dioses”: la Nueva Era relaciona a Dios con una energía, hablando de “energías positivas” y “energías negativas”, hasta llegar a enseñar que todo es dios (panteísmo). Difiere de la doctrina católica que nos enseña que Dios no es una energía impersonal, sino un Ser personal que nos ama; y que Dios no es todo, sino el creador de todo.
“La Nueva Era suele presentarse a través de muchos rostros, muchas formas, infinidad de manifestaciones que buscan un objetivo común: lograr que el hombre se autoidolatre, que el hombre sea Dios por su propia cuenta... La Nueva Era propone una simetría diametralmente opuesta que es la siguiente: ‘A la religión del Dios que se hace hombre, curiosamente tenemos hoy la religión del hombre que pretende ser Dios’”[2].
Como consecuencia, pregona la auto salvación, la cual se consigue gracias al propio esfuerzo de superación; aquí entra todo lo relacionado con auto superación, auto realización, etc. Esta enseñanza es contraria a la fe cristiana, pues la salvación es un don de Dios, que nos es dado en Jesucristo.
Cuarta mentira: “conoceréis el bien y el mal”: la Nueva Era se caracteriza por un profundo relativismo moral. Esta “espiritualidad” no tiene una exigencia moral, no exige cambio ni conversión. No se habla aquí de pecado, es el hombre el que decide lo que es bueno y lo que es malo; lo importante no es la verdad, es sentirse bien. Así las cosas, la Nueva Era se convierte en un excelente refugio para aquellas personas que tienen una situación moral difícil y no quieren salir de ella, pues se pueden convertir en personas “profundamente espirituales” sin tener que salir de su pecado.
Etapas de penetración
Iglesia no - Cristo sí: con pensamientos como: “la religión divide”, “paz y amor”, “tolerancia”, busca quitar a la Iglesia de en medio. La Nueva Era quita a las personas la protección y orientación de su Madre la Iglesia, para luego confundirlas y enredarlas.
Cristo no - Dios sí: la Nueva Era pregona que Cristo es un maestro, un iluminado que descubrió que podía ser Dios; lo toma como un profeta de la talla de Mahoma, Gandi, Buda. En cambio, te invita a creer en un Dios difuso, impersonal, cósmico, un Dios a tu manera y según tus necesidades.
Dios no - “Yo si”: como lo vimos es una de las grandes mentiras de Satanás, con la cual la Nueva Era quiere llevar al hombre a auto idolatrarse, a descubrir que la divinidad reside en él y que él lo puede todo.
Cuando el hombre pretende ser dios y se estrella contra la realidad, con la infinitud de sus limitaciones e impotencias, comprende que ha fracasado y que ha sido víctima del engaño, y de la fantasía.
“La nueva era se debe juzgar en su totalidad. No es posible aislarla o aceptar algunos de sus elementos o prácticas por insignificante que parezcan ya que esta pretende abarcarlo todo, permearlo todo, construir un nuevo orden mundial.”[3]
Ante esta tentación de Satanás, los consagrados a María, nos refugiamos en nuestra buena madre, para que ella nos libre de caer en tal error y seducción, pues como lo afirma tajantemente San Luis María Grignon de Montfort en el Tratado de la Verdadera Devoción “Donde está María no puede estar el espíritu del maligno [...] Siendo así que -según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo que la dirige- María sola ha dado muerte a todas las herejías, -por más que los críticos murmuren-, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al menos formales. Podrá, tal vez -aunque más difícilmente que los otros-, errar materialmente, tomar la mentira por la verdad y el mal espíritu por el bueno... pero, tarde o temprano, conocerá su falta y error material, y cuando lo conozca, no se obstinará en creer y defender lo que había tenido por verdadero.”[4]
PRÁCTICA
Renunciaré totalmente al espíritu de la Nueva Era, erradicando de mi vida: libros, medicinas, amuletos, música, supersticiones, prácticas, mantras, etc. que estén relacionados con esta malsana corriente.
[1] RESTREPO, Marino. Los Católicos y el impacto de la Nueva Era. Tomo I. P. 8.
[2] Ibíd., p. 8.
[3] Jesucristo Portador de Agua Viva. Una reflexión cristiana sobre la Nueva Era. Consejo Pontificio de la Cultura. Consejo Pontificio para el diálogo interreligioso, 2003.
[4] Tratado de la Verdadera Devoción, nn. 166-167.